Por: Claudia Montagut Mejía.

 

Somos naturalmente culturales” Mary Midglay

Las creencias culturales y espirituales sobre lo que acontece antes del nacimiento y después de la muerte, así como el concepto de vida sobre el que realizamos nuestra existencia no son pensados cotidianamente, es tarea de filósofos, científicos, seres espirituales y religiosos, los cuales tienen instaladas estas preguntas como un faro en el camino, pensar el duelo de la muerte trae estas preguntas a nuestra vida ¿qué concepto de vida, muerte y nacimiento gobiernan nuestros actos y la vida en la cultura?

Como dice Humberto Maturana: «Los seres vivos somos sistemas autopoiéticos (auto» (a sí mismo) y «poiesis» (creación)) moleculares, o sea, sistemas moleculares que nos producimos a nosotros mismos, y la realización de esa producción de sí mismo como sistemas moleculares constituye el vivir», de esta manera podemos comprender que la vida no tiene contrario, lo contrario de la muerte es el nacimiento, porque la vida es eterna. La vida no es lo biológico, la vida se manifiesta en lo biológico, estas concepciones son mediadas por los rituales de paso que cada cultura tiene en el nacimiento y la muerte, los conceptos construyen nuestras realidades y es por ese motivo que es indispensable su comprensión y en ocasiones su resignificación.

Es entonces allí que nos unimos al tejido de la cultura matriztica, que, según Maturana “estaba centrada en el amor y en la estética, en la conciencia de la armonía espontánea de todo lo vivo y lo no vivo en su continuo fluir de ciclos entrelazados de transformación de vida y muerte. El culto a la Diosa constituía una abstracción de la armonía sistémica del vivir…la vida no puede haber estado centrada en la justificación racional de las acciones que implican la apropiación de la verdad. Todo era visible ante la mirada inocente espontánea de aquellos que vivían, como algo constante y natural, en la continua dinámica de transformación de los ciclos de nacimiento y muerte. La vida es conservadora. Las culturas son sistemas conservadores porque son el medio en que se crían aquellos que las constituyen con su vivir, al hacerse miembros de ellas al crecer, participando en las conversaciones que las realizan…” (Humberto Maturana, 2003. Pág 33, 37, 42, 44).

La visión matríztica, desde nuestro punto de vista en este momento histórico, tiene una función social de servir de espejo para observar nuestros comportamientos patriarcales heredados, la llevamos en la memoria genética y en el inconsciente colectivo. Según Maturana:

“… la vida pastoril como símbolo de lo patriarcal se mantuvo en el cuidado de los animales apropiados y en la defensa contra el lobo, convertido ya en enemigo, se perdió la confianza en la coherencia y armonía natural de la existencia, y la seguridad en la disponibilidad de los medios de vida comenzó a ser una preocupación satisfecha a través del crecimiento de la manada o del rebaño bajo el cuidado del pastor. En este proceso deben haberse producido tres cambios adicionales en la dinámica del emocionar de nuestros ancestros que se conservaron transgeneracionalmente, a saber: el deseo constante por tener más en una acumulación interminable de cosas que daban seguridad; la valorización de la procreación como una manera de obtener seguridad a través del crecimiento del rebaño o manada; y el temor a la muerte como una fuente de dolor y de pérdida total. Como resultado de este nuevo emocionar, la fertilidad dejó de ser vivida como coherencia y armonía de la abundancia natural de todas las formas de vida en la dinámica cíclica espontánea de nacimiento y muerte, y empezó a ser vivida como la procreación y el crecimiento que da seguridad. De hecho, la valorización de la procreación implica acciones que abren la puerta al crecimiento exponencial de la población debido a que tal valoración se opone a cualquier acción de regulación de los nacimientos y del crecimiento de la población que la noción matríztica de fertilidad, como la coherencia sistémica de todos los seres vivos en su continuos ciclos de vida o muerte, permite….. La cultura matríztica plantea entonces la integración sistémica en la red del vivir dentro de la comunidad de todo lo vivo. Todos los seres vivos y no vivos pertenecemos al mismo reino de existencias interconectadas… todos los seres venimos de la misma madre y somos ella a través de ser uno con ella y con los otros seres en la dinámica cíclica del nacimiento y la muerte (Humberto Maturana, 2003. Pág 41).

Desde esta visión se puede colegir que mientras que en la cultura matríztica la vida es vivida como una experiencia renovada de nacimiento y muerte, en la cultura patriarcal pastoril se presenta amenazante el poder que dio lugar a la vida y a la muerte en la conservación y ruptura de un orden precario basado en la obediencia (Humberto Maturana, 2003. Pág 45).

“… Ellos expresaban esta comprensión a través de una deidad, la diosa madre que incorporaba y evocaba la coherencia dinámica y armónica de toda la existencia en una red sin fin de ciclos de nacimiento y muerte…Los fundamentos de la existencia para el pueblo matríztico estaban en la armonía dinámica del nacimiento y la muerte tanto como en la armónica coherencia de todas las cosas vivientes y no vivientes. Para el pueblo matríztico no había nada que temer cuando uno se movía en la coherencia de la existencia; para ellos no había fuerzas arbitrarias que exigieran obediencia, sólo disrupciones humanas de la armonía natural debido a una falta de conciencia circunstancial y la ceguera que implica una falta de conciencia. La divinidad no era una fuerza o una autoridad, y no podría haber sido así debido a que el pueblo matríztico no estaba centrado en la autoridad, la dominación o el control. La diosa madre concretizaba y evocaba la conciencia de esta armonía natural, y sus imágenes y los rituales en los que éstas eran usadas, pienso, eran presencia, evocación y participación en la armonía de todas las cosas existentes de una manera que permitía tanto a los hombres como a las mujeres permanecer conectados con ella en su vivir cotidiano. El pueblo matríztico europeo no tenía nada que defender, tanto porque vivían en la conciencia de la armonía de la diversidad, como porque ellos no vivían en la apropiación” (Humberto Maturana, 2003. Pág 47-48).

Este es el aprendizaje que estamos evocando, el de otra forma de relacionarnos entre nosotros y la tierra, entrar en su alquimia susurrante, caminar con los pies descalzos hacia la libertad de sentirnos seres unidos al cosmos, los cordones umbilicales que vienen desde el cielo y a los cuales estamos asidos como niños recibiendo todo el tiempo su alimento y su energía para vivir y morir.

Recursos expansivos

Humberto Maturana Romesin Amor y Juego. Fundamentos Olvidados de lo Humano. Desde El Patriarcado A La Democracia, JCSÁEZ e d i t or, chile, 2003.

 

Nota: Este artículo es una recopilación y edición de los siguientes apartados que aparecen en el documento metodológico del diplomado de Doula de duelo perinatal: Introducción y Punto de partida: rituales de paso y duelos. La edición ha estado orientada a comunicar un marco general de lo que la muerte perinatal significa, conservando la síntesis y coherencia, en el contexto de los rituales de paso.