Por: Claudia Montagut Mejía

Cada vez que nace un niño o niña, se celebra en la tierra la eternidad de la memoria humana en la Creación. La muerte de un bebé durante la gestación o después de su nacimiento genera un duelo en los padres gestantes que replantea muchos aspectos de la vida, remueve sus creencias acerca de la presencia divina y replantea los sueños y proyección del futuro que se tenían. Plantea la necesidad de abordar este duelo no solo desde lo psicológico, sino también desde lo espiritual, los sistemas de creencias religiosos y espirituales. Nuestro enfoque bebe de la espiritualidad como el punto central que se moviliza al surgimiento de este evento en nuestras vidas, que es en todos los casos traumático, no solo por el acontecimiento en sí, sino por el impacto que tiene en la identidad de madre/padre, en la pareja, en el proyecto existencial de un ser humano que volcó sus expectativas y realización personal en la llegada de su hijo/a, y que en muchos de los casos inicia su duelo con una experiencia en la institución de salud que está marcada por abordajes contrarios al respeto y la dignidad humana.

Todos nuestros actos están basados en los sistemas de creencias que la cultura nos ha heredado, los duelos nos confrontan con nuestros sistemas de creencias, los duelos que traen la presencia de la muerte a nuestra consciencia, ponen en tensión el sentido del nacimiento – la muerte – y la vida, el duelo perinatal vuelve a ponernos frente al significado de este viaje a la consciencia de nuestra existencia en la tierra.

Los rituales de paso son procesos de consciencia colectiva que recogen los conocimientos sobre los momentos de transiciones que se operan en el ser humano por un acontecimiento biológico y/o sociocultural como el: «nacimiento (que viene un ser); pubertad (el reconocimiento y la expresión del status sexual); matrimonio (la aceptación de un papel del adulto en la sociedad) y muerte (la vuelta al mundo de los antepasados» (De Ochoa, s/f), (…) determinan la transición de un estado de vida a otro que representan los cambios básicos en la vida de una persona y el ritual permite en la comunidad momentos de unión y de polarización psicológica para que quienes estén involucrados en dicho cambio de estado, se sientan llenos de fuerza para asumir la nueva condición”3.

Los rituales de paso sostuvieron durante muchos siglos la contención social en el momento de la muerte, lo cual significa que esta acción estaba en manos de la sociedad, de las comunidades y de las familias, la paulatina pérdida de vínculos religiosos o espirituales individuales y colectivos a estos rituales y la medicalización del nacimiento y la muerte han hecho que esta contención desaparezca o que sea realizada por expertos, personal médico o psicológico y lo que de fondo está sucediendo es entregar el conocimiento sobre la muerte, su reconocimiento como parte de la vida y lo que esto conlleva: la desaparición de las memorias colectivas de la función social de los rituales de paso, así como la responsabilidad social que incluía que la comunidad asumiera el acompañamiento.

En este sentido, los rituales de paso, eran y son, el nombre que recibían, algunas de las experiencias humanas que hoy llamamos duelos, esta diferencia en la forma de nombrarlos trae a los seres humanos una consciencia del nacimiento, la muerte y la vida, al realizar un ritual de paso, tanto los involucrados, sus parientes y la comunidad que los circundaba vivían una transformación, el duelo ha venido a reemplazar ese ritual, es la forma como se enuncia desde la psicología los procesos de cambios fuertes en la vida humana y de adaptación a una nueva realidad. Volver al ritual de paso del momento de la muerte es el reconocimiento del viaje que un alma hace en el cosmos y dimensiona nuestra vida en la tierra, puesto que el ritual de paso tiene un mito o una creencia que lo sustenta sobre “la vida eterna” o dicho de otra manera, sobre lo que pasa antes de nacer y después de morir.

Ahora el duelo es uno de nuestros recursos para afrontar estos momentos de la vida y los rituales de paso se vuelven a abrir, gracias al resguardo que reside en las tradiciones de las comunidades indígenas, como una forma de recuperar nuestros vínculos con lo eterno desde un lugar espiritual, no tanto religioso. Las religiones nos han donado muchos de estos rituales de paso, solo que en su devenir institucional han perdido la dimensión de sentido de la vida, que tenía y tiene, para vincularnos a “la tierra como escuela”.

 

Las doulas, parteras, las profesoras de yoga prenatal y posnatal son algunos de los cuidadores del nacimiento que reconocen este momento como un ritual de paso: al nacer un hijo nace una madre y un padre, unos abuelos, tíos y primos, al nacer un bebe no vivo, se realiza el mismo movimiento de nacimiento de la triada padre-madre-hijo/a, el vínculo con esa alma que visitó la tierra es indispensable reconocerlo y darle un lugar en nuestra existencia. Más allá de un vínculo religioso, los trabajos de psicogenealogía han revelado como la presencia de estos seres vienen a mostrarse en la historia de vida de las futuras generaciones, poder entregar la herencia a estas generaciones para conjurar la repetición de historias y reconocer la vida/muerte/vida a través de una comprensión histórica, cultural y espiritual del duelo y el ritual de paso es nuestro punto de partida.

 

 

Nota: este artículo es una recopilación y edición de los siguientes apartados que aparecen en el documento metodológico del diplomado de Doula de duelo perinatal: Introducción y Punto de partida: rituales de paso y duelos. La edición ha estado orientada a comunicar un marco general de lo que la muerte perinatal significa, conservando la síntesis y coherencia, en el contexto de los rituales de paso.